Llegaron
al aeropuerto con varias horas de antelación, pues el tráfico en Bangkok es
caótico a ciertas horas y no querían correr riesgos.
El
mostrador de ‘Air India’, donde recoger el billete y dejar la maleta, estaba operativo
desde tres horas antes del despegue, programado para las 20.30h. Tiempo de
sobras para luego pasar los controles de pasaporte y dar unas vueltas por las
tiendas ‘duty free’ tranquilamente.
Más
de media hora de cola. Entonces empecé a pensar que no estaría mal poder coger
en cada vuelo un billete ‘Business class’ solo para saltarse este trámite. Qué
coñazo esto de esperar.
-“Hi,
good afternoon. Put your bag here please.”
13.4
kilos pesaba la mochila. Nunca me había parado a pensar en cuánto peso cargaba
mi espalda durante este viaje, qué curioso.
La
señorita, vestida completamente de color lila y con un gracioso gorrito a
juego, típico atuendo de las aerolíneas, se estaba tomando su tiempo para
realizar los trámites.
-“I
need a confirmation of your return ticket from Oman.” dijo mujer-violeta, al
fin, después de estar tecleando casi cinco minutos.
-“Sorry,
what?” dije sorprendido. Y enseguida recordé… no podía ser verdad que
estuviéramos repitiendo la misma historia de Malasia.
-“To give you the ticket to being able to
flight to Oman, i need to see your return ticket. To get your VISA there, you
need to prove that you are going to leave the country after your stay.”
-“But
i still don’t have this ticket. Of course I’m going to buy it, later.”
-“I’m
sorry, i need this or i cannot continue in the computer to print your ticket.”
-“Oh
my God. And what should i do? I cannot buy this now.”
-“Yeah.
You can go to the counter of ‘Oman Air’ and buy it there, and then you come
here before we close the counter at 19.50h” dijo ella con la seguridad de estar
dando unas instrucciones claras y precisas.
Estaba
empezando a perder la paciencia. -“Oh wow, what a shit... But in the embassy
they told me that i can do the VISA when i reach the country and, of course, i
can buy the ticket when i stay in Muscat during this month.”
-“I’m
sorry i need it now.” dijo mujer-violeta, cerrando la conversación y mirando a
las personas que venían detrás de mío en la cola, dejando claro que tenía que
apartarme de en medio.
Fuimos
directos a hablar con alguien de ‘Oman Air’ que razonara un poco, sin conseguir
nada más que vagas palabras. El tiempo corría en nuestra contra. No podía
perder este vuelo, por ella, por el dinero y porque al día siguiente se me
acababa el visado Tailandés.
Decidimos
ir a probar, a ver cuánto costaban los vuelos desde Muscat, la capital Omaní,
hacia algún país vecino. Para comprar un vuelo que posteriormente, por
supuesto, no iba a utilizar, igual que había hecho al principio del viaje,
comprando un baratísimo billete de tren que probara mi salida de Malasia y
tirándolo luego a la basura.
Esa
era la forma de ‘saltarse el sistema’ y esta vez se me había olvidado
completamente, amparado en la confianza de que en la embajada me dijeron que si
era Español me podían dar el visado ‘on arrival’ sin ningún contratiempo. Ahora
tenía que pagar ese olvido y el absurdo funcionamiento de las aerolíneas para
lavarse las manos ante cualquier eventualidad.
El
joven tailandés que vendía los billetes de avión tenía pinta de muñeco. Iba
bien vestido, con una camisa azul clarito con rayas verticales de color
blanco, con el botón del cuello abrochado y el pelo negro engominado hacia un
lado. Parecía irreal, un niño bueno que nunca ha roto un plato.
-“Hi,
how are you?” Le explicamos detalladamente la situación con las prisas y el
nerviosismo que insertan en tu cuerpo este tipo de situaciones. Dijo que no
podía hacer nada más al respecto; nada más que vendernos ese vuelo, por
supuesto. “We need a ticket to fly from Muscat to Dubai the next month, then”
-“Okay.
Te cost is this and it’s no refundable” dijo después de teclear unos instantes
e imprimir un papel, en el que se leía la cifra de 7.156 Bath, unos 190 euros
al cambio.
-“This one is the cheaper??” dije sorprendido.
-“Yes,
sir” dijo con la voz propia de alguien que empieza a cansarse.
No
quedaba otra que comprarlo o quedarse en tierra, pensé. Y no tenía ningunas
ganas de quedarme un solo día más en esta ciudad. Así que extendimos la tarjeta
de crédito, resignados. Hombre-muñeco nos la devolvió diciendo que no
funcionaba, a la vez que atendía inmediatamente a otro cliente.
Y el
tiempo pasaba. Corría. Volaba.
Pusimos
delante de las narices de hombre-muñeco otra tarjeta de crédito. Ni la miraba.
Después de diez minutos, cuando le llamé la atención al respecto, dijo que
tenía que acabar unos papeles, y que si no podíamos esperar no podía hacer nada,
levantando a la vez las manos ligeramente, en señal de impotencia.
Finalmente,
después de diez largos minutos en los que me acordé interiormente de toda su
familia, cogió la tarjeta. Esta sí que funcionaba.
“Oh…
but i cannot buy the ticketif you don’t buy another ticket from Dubai back to
home. I’m sorry.”
-“What?!?!?”
dijimos al unísono.
-“If
you buy a ticket to Dubai, we need to prove because of the VISA that you are
leaving the country, so we need another ticket. You can buy a ticket to go
home.”
No
podía estar pasando algo así. Esto era irreal. Que tuviera que comprar el
billete de avión de vuelta para tener una prueba de que iba a salir de un país
en el que iba a aterrizar al día siguiente, pase. Que tuviera que comprar dos
billetes, para demostrar que iba a salir del país al que iba a aterrizar cuando
saliese del país en el que iba a aterrizar al día siguiente, no. Lo siento, eso
ya no me cabía en la cabeza de ninguna manera.
Intentamos
razonar con hombre-muñeco, pero no había fisuras en su parecer. Con cada frase
que decíamos, el respondía explicando pausadamente lo mismo una y otra vez,
como si estuviera explicando algo a unos escolares que no se enteran de nada.
Impotencia.
Lo
único que quería hacer era alejarme dos pasos y tirar el móvil que tenía en la
mano con todas mis fuerzas en toda la cara de hombre-muñeco. Entonces me habría
quedado en paz. Seguramente también me habría quedado en Bangkok.
Y el
tiempo pasaba. Corría. Volaba.
Inspirar
conscientemente, expirar conscientemente. Todo lo que había aprendido en el
viaje parecía que no servía de nada para controlar mi interior en esos momentos... y me supo mal. Toda una lección de humildad.
Quedaban
diez minutos para que cerrasen el mostrador. La táctica pasó a ser otra. Decir
que ni hablar, que no íbamos a comprar otro billete.
Nos
sorprendió aceptándolo -bajo nuestra responsabilidad dijo- y comprando por fin
un solo billete, ¡que no era poco! Muscat – Dubai, para el 6 de abril. 190
euros.
Treinta
minutos para que despegue el avión…
Le di
las gracias con una sonrisa hipócrita en la cara y volvimos inmediatamente
donde estaba mujer-violeta, antes de que cerraran el mostrador.
Después
de hacernos esperar otra vez y de llamar a otra mujer de superior rango, ‘la
encargada’, ellas nos dijeron lo mismo que hombre-muñeco. No podía darme el
pasaje si no compraba el billete para salir de Dubai.
Parecía
que estaban todos confabulados.
Tratamos
de hacerles razonar, diciendo que ya compraría el billete cuando estuviera en
Muscat, por internet, que eran mucho más baratos.
No
había manera.
Las
últimas personas dejaban sus maletas en la cinta y cogían sus respectivos
billetes. Pronto fui el único que quedaba y las simpáticas señoritas ni me
miraban, hablando constantemente por los walkie-talkies.
Veinte
minutos para que despegue el avión…
Llegados
a este punto ya dejé de luchar y me limité a esperar. Si ese era el plan que la
vida tenía para mí, que así fuera. No pensaba rendirme y comprar otro billete
ni de broma y, si ahora me quedaba en tierra, mi idea era quedarme delante del
mostrador hasta que me dieran otro billete a Omán. Por lo que supe después,
mejor hubiera sido si hubiera seguido esta actitud pasiva desde el principio.
Quince
minutos para que despegue el avión…
Ella
tuvo que irse. Su vuelo salía a la misma hora que el mío. Tuve que insistirle
para que se fuera, aunque no quería dejarme con esa incertidumbre. No tenía ni
idea de cuándo volveríamos a vernos… Todos estos contratiempos eran impensables
el momento en el que habíamos bajado del taxi, riendo, para entrar seguidamente
al gran aeropuerto. Pero así es la vida.
Diez
minutos para que despegue el avión…
Ahora
sí que la mujer-violeta y su superiora empezaron a moverse. Y a toda prisa.
Marcaron mi equipaje, me dieron un papel dorado en el que ponía algo así como ‘Passport
control. Special.’ y me dijeron que fuera lo más rápido que pudiera. Yo estaba alucinando.
¿Para qué me habían hecho esperar tanto tiempo entonces?
Llegué
corriendo a la cola ‘especial’ de los pasaportes en el momento justo en el que
abrían una nueva. Con las prisas, me coloqué delante de un señor que llevaba ya
tiempo esperando. Enseguida me di cuenta de lo que estaba haciendo y le dejé
pasar, pidiendo perdón.
Cinco
minutos para que despegue el avión…
-“Are
you in a hurry? You seem worried.” dijo él.
Le
expliqué rápidamente la situación -“Yeah, i’m sorry. My flight leaves at eight
thirty, in five minutes. This people made me wait for more tan two hours!”
-“Oh,
in that case don’t worry, you can pass before me in the queue of course.”
-“Thank
you very very much!”
Uno
de los trabajadores del aeropuerto había escuchado la conversación y tampoco
dudó en intentar ayudarme:
-“What
gate you have to go?”
-“Ehmmm…
G5”
-“Oh
sorry! This is the last one. You have to go to the right now, and then is about one
kilometer.” dijo con cara de desilusión.
-“I’m
going to run…”
-“You’ll
make it!” dijo el inglés desde detrás, dándome ánimos.
En
cuanto me entregaron el pasaporte con el sello de salida de Tailandia, me quité
las sandalias, las cogí con la mano, y empecé a correr descalzo por el
aeropuerto sin importarme lo que pensaran los demás.
Corría
tipo sprint, lo más rápido que podía, esquivando cientos de personas que se
daban la vuelta alucinados a la vez que sus bocas se abrían diciendo "Wow…." Si
alguien se ponía en medio, íbamos a volar los dos. Hacia la derecha, recto,
bajando unas escaleras, recto otra vez. Ahora parecía un videojuego. Nunca un
kilómetro me pareció tan largo, lo podría comparar con los últimos de la
maratón. Pasaba corriendo por las cintas transportadoras típicas de los
aeropuertos y en cuanto llegaba al final, sonaba un pitido, se encendía una luz
roja y la cinta se paraba. "Sorry! Sorryyy!"
Llegué
a la puerta de embarque desfondado.
A las
20.35 estaba sentado en el avión, a la vez que la voz de alguien de la
tripulación pedía perdón por el retraso a los pasajeros. Asiento 21-A, al lado
de la salida de emergencia.
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Lo
mejor de todo es que, cuando llegué al aeropuerto de Muscat al día siguiente y
me tocó enseñar el pasaporte, los amables funcionarios vestidos de blanco
solamente se preocuparon en preguntarme qué pensaba acerca del Barça – Milan de
esta semana. Que si Messi iba a marcar dos goles, me dijeron. Por supuesto no
necesitaban ese billete de vuelta para darme el visado. Ni siquiera me lo
pidieron.
Esto
me hace reflexionar... ¿Por qué me hicieron esperar en Bangkok hasta el último
segundo si podían darme el billete? ¿Por qué me preguntaron en ‘Air India’ que
en qué mostrador había comprado el billete a Dubai? ¿Se lavan las manos en caso
que a alguien le denieguen la entrada a un país, ya que entonces ellas son las
responsables? ¿Están las aerolíneas confabuladas entre sí en los aeropuertos
para ganar más dinero? ¿Qué hubiera pasado si desde el principio me hubiera
negado a comprar ningún billete? ¿Me habrían dejado pasar igual, en el último
segundo?
Pablete! Al final la maraton del año pasado dio sus frutos! Aún mantienes la forma!! Menuda aventura pablo! Eres el Usain Bolt del aeropuerto de Bangkok!
ResponderEliminarJajaja no estuvo mal, pero en un solo Km acabé hecho una mierda!
EliminarA ver si pronto puedo volver a correr regularmente, que lo hecho de menos.
¿Te has apuntado a alguna nueva locura tu?
Un abrazo!
jolín pablo que mal lo he pasado leyendo, así que en realidad debió ser mucho peor! menos mal que pudiste salir al final!
ResponderEliminarSi, ¡todo arreglado! Estos días me tienen que llamar de 'Oman Air' a ver si me devuelven el dinero... esperemos que sí.
EliminarUn beso! :-)
Me ha encantado leer esta entrada! Muy buena! Un abrazo y de todo se puede sacar algo positivo!
ResponderEliminarGracias Dani!
EliminarEspero que estés bien, ¿como van tus planes? Cuéntame algo!
Un abrazo
Tiene mérito ese autocontrol eh! Yo pierdo los papeles y me arrestan fijo!! jajajajaja Apriétales y que te devuelvan el dinero!! En una situación me pasó algo parecido, así que te entiendo... pero seguro que lo gestionas tu mejor que yo, creeme... jajajajaja un abrazo Pablo!! Cuídate!!
ResponderEliminarPD: Esto da para un libro eh!!! "La mafia socialmente aceptada" o algo así... jajajajaja
Jajaja, gracias Tommy!
EliminarNo fue fácil gestionar todo eso sin decirles un par de cosas a la cara, pero sino me quedaba en Bangkok, así que solo podía esperar. Ya fui a las oficinas y en principio no había problema para devolver el dinero, pero veremos... hasta que no esté en la cuenta otra vez no me lo creo, jaja.
Un abrazo!
:) yo me he reido Pablo... I'm sorry... me ha hecho gracia toda la peripecia con final feliz y sobre todo que hayas podido poner a prueba tantas cosas aprendidas. Enhorabuena!!! Confío en conocer Oman a través de tus ojos. Ah! y el Barça espectacular :)
ResponderEliminarUn abrazo!
YBM
Bueno, es que al final es de risa todo esto Yolanda, jajaja. Al final todo bien, así que perfecto.
EliminarA ver si pronto preparo un post con las primeras impresiones de este país!
Un abrazo!