El
viaje en avión desde Bangkok hasta Bombay -India- no había sido uno de los
mejores de su vida. Miró el reloj. La 1.18h de la noche. Enseguida se acordó de
que debía añadir dos horas más.
Un amable
señor con bigote le acababa de comunicar que no podía recoger su maleta, pues
estaría en tránsito hasta el día siguiente por la noche, a su llegada a Omán.
Lo que no le había dicho es que él mismo, su persona, también estaba en
tránsito... y por ello no podía abandonar el aeropuerto hasta coger el
siguiente vuelo. Igualmente se enteraría dentro de unos minutos, cuando toda
esta gente que hacía cola terminase de pasar el control policial. Iban tan
despacio… que poca organización.
Lo
primero que pensó al enterarse de ello es dónde demonios iba a dormir. Nunca
había dormido en un aeropuerto. Después de veinte minutos dando vueltas y
reconociendo el terreno -tiendas y más tiendas- encontró el lugar perfecto.
Unos asientos azules, más grandes e inclinados de lo normal en una de las zonas
menos transitadas. Incluso parecía que habían colocado la iluminación
expresamente para tal menester. No así la música ambiental, que aún y estar
bien entrada la noche, seguía sonando por los pequeños altavoces en el techo.
21
horas de espera por delante, en la terminal “International Departures” del
aeropuerto de Bombay.
Sin
equipaje, aunque por lo menos con un buen jersey que había cogido a última
hora. El único que tenía. Sin nadie que le cambiase Bath tailandeses por Rupias,
aunque por lo menos con tres vales canjeables por comida que le acababan de
proporcionar. Sin internet, aunque por lo menos con un par de libros: ‘Junky’,
de William S. Burroughs y ‘The Castle’ de Franz Kafka. Sin un lugar para
ducharse, aunque por lo menos unos baños en los que lavarse la cara y asearse.
Sin saldo para llamar internacionalmente en ninguna de las cuatro tarjetas SIM
que poseía, aunque por lo menos con el suficiente en la de Vodafone para enviar
un par de mensajes.
Y lo
único remarcable que ocurrió durante este tiempo… todas estas horas de espera… es que no
pasó nada.
Desde
su asiento reclinado, el cual se había convertido ya en su hogar temporal, su
campamento base, tenía una vista perfecta de los ‘puntos calientes’ de la
terminal. Podía apreciar el continuo movimiento de cientos y cientos de
personas. A todas horas, sin descanso. El momento perfecto para colocar una
cámara fija grabando y luego pasar el vídeo a cámara rápida. Sentados, conversando,
durmiendo, comprando, caminando, corriendo, comiendo, riendo, leyendo. Todos
diferentes… y a su vez todos iguales.
Las
21 horas se concentraron en un solo segundo. Siempre es un segundo. El mismo
segundo.
Cruzó
la puerta de salida del aeropuerto de Muscat, capital de Omán, a medianoche del
día siguiente, con la mochila en la espalda y bastante cansado, aunque siempre
feliz. No le habían pedido nada más que 20 Rials para darle el visado de un
mes. Ni billete de salida del país ni mierdas… los de Bangkok le habían tomado
el pelo en toda regla.
“Aquí
estamos… si he llegado hasta aquí es por algo. La vida quiere que esté aquí en
este instante.” pensó.
Ella
le vino a buscar en coche, todo un detalle por su parte, y le acompañó hasta el
piso en el que dormiría provisionalmente esta noche, a las afueras de la ciudad.
Era simplemente genial, su habitación daba a una terraza desde la que se
entreveían las siluetas de las montañas circundantes, como gigantes dormidos en
la noche, rodeadas de miles de pequeños puntos de luz blancos y brillantes,
también llamados estrellas. Un recibimiento espectacular por parte de la
naturaleza, que trataba de darle la bienvenida y decirle que no se preocupase,
que todo iba a salir rodado.
Adaptarse
al nuevo entorno, conocer personas, buscar una nueva fuente de ingresos para
volver a tener unos ahorros, dejar de moverse de un lado para otro durante unos
meses y disfrutar de estar viviendo y aprendiendo tantas cosas nuevas.
Pablo! ya has llegado...
ResponderEliminarAhora sí voy sin tiempo... te he leído rápido (divertida la estancia en el aeropuerto :)) y he mirado rápido las fotos... Desierto... Pero también paz.
Deseo que disfrutes tu estancia en Omán y sigo al tanto, sólo que con el tiempo ajustado.
Un abrazo!
YBM
Muchas gracias por tu comentario Yolanda!
EliminarAunque no tengas mucho tiempo se agradece.
De momento estoy disfrutando mucho en este país, aunque sea totalmente diferente a lo que he visto en Malasia y Tailandia también estoy aprendiendo muchísimo.
Ya iré contando a ver qué pasa por aquí.
Un abrazo!
Pablo desde luego que lo que no te pase a ti no le pasa a nadie!!
ResponderEliminarSin duda un viaje de experiencias. Tenías razón se parece mucho a Marruecos, es muy desértico todo. Cualquier novedad nos informas.
Cuídate crack
Un abrazo.
Gracias Marcos!
EliminarEn realidad no pasa nada del otro mundo, cosas normales, jajaja. Felicidades otra vez por la maratón crack!
Un gran abrazo
¡Pablo! ¿Cómo estás? Me parece increíble todo lo que estás haciendo y viviendo. Además, súper interesante cómo lo cuentas. Muchísima suerte y ánimo con todo lo que viene por delante. Yo estoy viajando un montón también, como periodista freelance. Otro rollo pero increíble también. ¡Un abrazo fuerte!
ResponderEliminar¡Hola Rafa!
EliminarYa me voy enterando de todo lo que haces por Facebook, me parece impresionante. África, Sudamérica, periódicos, entrevistas... ¡qué pasada!
Me alegro que te guste cómo escribo, viniendo de un periodista es todo un elogio. Muchas gracias por los ánimos, estos días estoy buscando un trabajo con mucha ilusión y veremos qué pasa.
¡Un gran abrazo!
PAABII! :) es increible... de verdad! estoy tan orgullosa de tener un hermano como tú! la verdad es que fardo de ti un montón... y es que el orgullo que siento es...
ResponderEliminarte quiero pablii! :)
Jajaja muchas gracias Ale!!
EliminarYo también estoy orgulloso de tenerte como hermana :-)
Un besote enorme, me gustaría haber estado en tu cumple!
Pablo = crack.
ResponderEliminarNada mas que añadir, señoría. ;)
Josh
Jajaja nada de eso, artista!
EliminarUn abrazo!!